domingo, 26 de enero de 2014

3. De Máscaras y Fachadas

Tercer día en el Cork Collage, y también mi tercer día de adolescente emancipada, viviendo sola en mi pisucho. Las cosas no iban tan mal, al menos no tanto como podrían ir. Conocía a más de una persona en el instituto, incluso tenía a alguien con quien sentarme y distraerme en clase, y aún no había quemado nada en el piso, lo que era un todo un logro teniendo en cuenta mi don para liarla parda. Mi paranoia iba menguando un poquito día a día; no parecía que nadie hubiese ido allí tras de mí. Aunque aún no podía bajar la guardia, me sentía un poco más optimista.
Las clases fueron bien, aburridas, como son todas. Sossana no apareció a primera hora, ni a segunda ni a tercera, y después del recreo no me apetecía volver a entrar, por lo que me decidí a quedarme por el patio a leer, escribir o simplemente escuchar música tranquila y libremente. Pero, para variar, mis planes se torcieron. Estaba saliendo al patio, cuando alguien me empujó contra la pared. Toda la sangre se me congeló en las venas. Un ataque de Macabria. Iban a por mí. Habían llegado a Cork. Me obligué a sacudir la cabeza y vi al pelirrojo con cara de pocos amigos. Me tenía cogida por los hombros para inmovilizarme. Resoplé con alivio, lo que lo cabreó aún más.

-¿Es que no te enseñaron a no meterte donde no te llaman, nueva? No tenía nada contra ti, pero la has jodido. –me espetó. Me liberé de su agarre con un rápido movimiento. -Lo primero, es que me llamo Ophelia, no “nueva”, y lo segundo es que si vuelves a tocarme te partiré la cara. –le expliqué tranquilamente, frotándome un hombro. 
-Con ese nombre yo preferiría llamarme “nueva”. –se burló. –Y no vayas con tantas leyes, niña, que no tienes ni idea de con quién estás hablando. No pude evitar reírme. 
-¿Y tú sí? –lo empujé para que corriera el aire entre nosotros. -¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme? –levanté una ceja, desafiante. 

Viendo que no respondía, le asesté un codazo en las costillas para poder escabullirme pasando por su lado. Al principio se dobló por el dolor, pero se recuperó lo bastante rápido como para cogerme de la muñeca y estamparme contra la pared de nuevo. Me sujetó por las brazos, casi echaba fuego por los ojos. Me revolví y forcejé para liberarme, pero cuanto más lo intentaba más me apretaba. Empezaba a hacerme daño. "Estoy débil y marchita. Si no puedo con él, ¿cómo me enfrentaré a Macabria yo sola si llega el momento?" No podía. Me matarían. Si me encontraban cualquier esperanza era inútil; lo único que podría hacer sería correr, huir lo más lejos posible. Solté un gemido lastimero y acabé por dejar de luchar, comprobando que el pelirrojo tenía mucha más fuerza que yo, que estaba batallando con un potente insomnio, a penas pesaba cincuenta kilos y llegaba al metro sesenta con dificultad. El maldito Declan se dio cuenta de lo escaso de mi fuerza y pasó a sonreír con suficiencia. Me escondí entre mis largos cabellos azabache, avergonzada. "Ophelia Rainy; quién te ha visto y quién te ve..."

-Mírate, solo eres una niña asustada que se esconde tras una fachada de chica mala. –se burló. Estaba segura de que me saldrían moratones. No aflojaba su agarre, y estaba empezando a asustarme. Realmente no tenía que haberme metido donde no me llamaban, pero no esperaba esa reacción. Esperaba ser capaz de enfrentarme a él. Por Dios, yo había derribado a tipos más grandes que él... Aunque siempre con la ayuda de Ethan. Al pensar en él, la soledad oprimió mi corazón hasta hacerlo sangrar. Noté como se me llenaban los ojos de lágrimas y me oculté aún más en mis cabellos, rehuyendo de su mirada para que no me viera llorar. –Eso, cúbrete con el pelo. –bufó, divertido. –No eres más que una cría patética. –me espetó, soltándome por fin para largarse. 

Me quedé apoyada en la pared, frotándome mis magullados brazos y luchando por dejar de lloriquear. Finbar se acercó corriendo. 

-¡Ophelia! –saludó con una de sus amables sonrisas, era obvio que no había visto la escena. –Ayer no pude darte las gracias… 

Me aclaré la garganta antes de hablar, aunque no dejé que viera mis ojos. 

-No lo hice por ti. –confesé, cortante. –Odio a ese tío. –mascullé entre dientes, para echar a andar sin darle tiempo al rubio a decir nada. 

Quería estar sola, completamente sola. “Ya lo estás”, me recordó una vocecilla en mi cabeza. Caminé con paso tranquilo hasta el baño, no iba a montar un numerito en medio del pasillo, y ya allí me dejé caer con la espalda pegada a la pared hasta el suelo. Hundí la cara en las rodillas y por fin me liberé, llorando en silencio. Aquello estaba resultando mucho más difícil de lo que creía. La separación de mi hermano... era como si me hubieran partido por la mitad y alejado de mí la otra parte de mi cuerpo. "Perdoname, Ethan, es culpa mía... Me merezco todo lo que me pase aquí, porque tú estás sufriendo más. Perdóname, Ethan..."

-Eh, ¿estás bien? –preguntó una voz dulce, levanté la vista, aún nublada por las lágrimas para encontrarme con unos rasgados ojos rubí; era la chica del pelo blanco. Su rotro redondo y sus labios coloreados le hacían parecer una nívea muñeca de porcelana, una muñeca asiática.

Quería responderle que estaba bien, que me dejara en paz, pero me tembló el labio y no pude articular palabra. Me limité a negar con la cabeza. La joven se puso de cuclillas frente a mí para quedar cara a cara conmigo. Me extendió un pañuelo de seda blanco. Lo cogí con una sonrisa triste e intenté secarme la cara, pero mis ojos se negaban a dejar de producir lágrimas. Hundí el gesto entre mis rodillas otra vez; odiaba que me vieran llorar. La chica albina me acarició mi larga melena negra. 

–Vamos, sea lo que sea no merece la pena que derrames tantas lágrimas. –levanté un poco la vista, lo justo para verla sonreírme con dulzura. 
-Gracias. –gemí, con voz ronca. Ella continuó acariciándome el pelo. El contacto físico me ponía de los nervios, pero en ese momento no me venía mal un poco de cariño tras tanto desprecio. 
-¿Quieres que me quede? –me preguntó con suavidad. Negué con la cabeza. 
-No, gracias… -gimoteé de nuevo. 
-Como quieras. –sonrió ella. –Me llamo Alana, si necesitas cualquier cosa…

Asentí, pero no dije nada, volviendo a ocultarme entre mis rodillas, queriendo esconderme otra vez. 

Cuando Alana salió del baño, pude respirar tranquila, aunque su presencia me había calmado. Sí que había gente buena en Cork Collage, pero yo era demasiado antisocial. Además, qué coño, estaba llorando, ¡no quería que me viera nadie! Las hirientes palabras del capullo pelirrojo seguían rondando en mi cabeza. ¿Qué imagen estaba dando? Yo no era débil, había pasado por más de lo que ninguno de esos niñatos podría ni imaginarse. Había visto cosas que ellos sólo podían intuir por televisión. No era débil, hacía muchos años que había dejado de serlo. No podía permitirme que el dolor por todo lo sufrido hasta llegar allí me convirtiera en la niña indefensa que fui de pequeña. Les haría pensar que podían meterse conmigo, y aquel maldito instituto tenía que aprender que a Ophelia Rainy ni siquiera se la puede mirar mal; bajo pena de patada en los cojones.

Me sequé la cara con las manos a restregones y por fin me levanté del suelo para mirarme en el espejo. Llevaba toda la pintura de los ojos corrida. Me limpié como pude y volví a observar mi imagen, siempre oculta tras mi larga melena negra. Me aparté el pelo de la cara para escrutar mis ojos violetas, enrojecidos y aún húmedos por las lágrimas. Resoplé, calmándome. No podía dejar que me pisotearan, nunca más. Todos aquellos pensamientos, todos los recuerdos de lo que yo había sido capaz, me trajeron a la realidad al fin. Lo anterior había sido poco más que una extraña pesadilla, tenía la sensación de que acababa de poner los pies en el suelo y aterrizado a la realidad por primera vez. Con o son mi hermano, yo seguía siendo yo. 

Volví a respirar hondo y salí del aseo, con la mala suerte de encontrarme de bruces con el pelirrojo en el pasillo. Retrocedí un paso automáticamente, incluso iba a apartarlo de mí a empujones, pensando en alguna llave con la que derribarlo, con toda la adrenalina disparada, cuando él me cogió de la muñeca para detenerme. 

-¿Qué quieres ahora? –pregunté con la mandíbula apretada. 
-Eh, no busco pelea. –me avisó, soltándome y apartándose un paso para dejarme respirar. Yo no me fiaba lo más mínimo de ese tío. Le pillé observando las marcas de mis brazos, para pasar a mirarme a los ojos. Tragó saliva, se rascó la nuca y apartó la mirada. –Joder, me he pasado, ¿vale?

Arrugué la nariz con desprecio y me llevé una mano para acariciar uno de mis magullados brazos. 

-¿Lo dices por esto? –pregunté, escéptica. El odio me hervía la sangre. –No te preocupes, lo llevaré como una marca de honor. –sonreí con suficiencia. –Ya has demostrado quien eres. –le escupí las palabras, que me sabían a veneno, y me marché con paso firme sin dirigirle otra mirada, rumbo a mi solitario y seguro piso. 

Estaba atravesando con decisión la puerta que daba al patio, momento en el que me choqué con alguien. Levanté la vista para encontrarme con unos ojos café oscuros. Me aparté un paso y bajé la mirada, no quería hablar ni para disculparme; estaba enfadada, cabreada con el mundo entero.

-No te avergüences por llorar. –sonrió la desconocida. Fruncí el ceño y la miré. 
-¿Cómo sabes qué...? –empecé, preocupándome de que fuera demasiado obvio. Ella se encogió de hombros, con una carita de felicidad que contrastaba con sus palabras. Tenía el rostro ovalado, los labios finos y la naricilla respingona, no medía mucho más que yo, quizá unos centímetros; aunque las botas me hacían parecer más alta.
-Lo sé. –dijo simplemente. –El Dolor tiene rostro propio. El Dolor tiene un corazón humano. –explicó alegremente, como si fuera lo más lógico del mundo. Fruncí aún más el ceño, no entendía nada. -Ánimo, siempre te queda el suicidio. –sonrió, y me guiñó un ojo antes de marcharse felizmente, caminando a brincos. Al alejarse vi de nuevo sus características calcetas a rayas.

Me dejó impactada unos segundos, hasta que conseguí reaccionar y re-emprender la vuelta a casa. Pensé en aquella desconocida durante unos instantes; algún día tenía que descubrir quién era, pero no ese día. Estaba agotada mental y físicamente. Las palabras de Declan no se iban de mi cabeza, y la decisión que tomé en el baño seguía irrevocable en mi mente. Por la calle la gente me miraba, y yo siempre me escondía entre mi espesa cabellera para que no me vieran. Era poco más que una sombra desde que estaba sin Ethan. “Se acabó, se acabó”, pensaba una y otra vez. No iba a darle el gusto a ese gilipollas de demostrarle que tenía razón conmigo. No, ni hablar. Estaba harta de tener miedo.

Cuando llegué, cerré de un portazo la puerta de la entrada y me quedé de pie, dejando que mi mochila se resbalase hasta el suelo. Observaba mi imagen en el espejo de cuerpo entero de la entrada. Volvía a estar oculta tras mi cabello. Resoplé con rabia y me lo recogí en una coleta alta, dejando mi cara despejada por fin, con tan sólo dos mechones sueltos. En un ataque de ira, fui a zancadas hasta la cocina a coger las tijeras. Volví al espejo y asesté un tijeretazo mortal a mi melena, justo por encima del coletero. La larga coleta cayó al suelo, llenándolo de pelos. Me apoyé en la mesa, con la respiración acelerada, intentando tranquilizarme. Tragué saliva, volviendo en mí, y levanté la vista para ver mi nueva imagen. 

Me gustó lo que vi. 

-Se acabó el esconderse. –me dije en voz alta a mí misma, y sonreí.

4 comentarios:

  1. OK esto si me sorprendio y me encanto. Duro contra el mundo Ophelia!

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  2. Ok, en dfeinitiva te amo OwO Eres maravillosa!! Duro Ophs, que no saben con quién se meten!

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  3. Oh, bonito lo de cortarse el pelo, muy simbólico. En parte explica porque se centraba tanto en lo que hacía con su pelo.
    Por otra parte he estado estudiando muy por encima el Síndrome de Ofelia. Apenas me he enterado de alguna palabra, pero creo que lo suficiente como para relacionar a Ehtan como un factor importante (y activo a su forma, creo). Espero que con ek paso de la historia pueda ir aclarando los símptomas y deficiencias que produce. Ya te digo que estas enfermedades mentales me vuelven loca (bonito juego de palabras), así realmente el tema me interesa muchísimo.
    Nos leemos~

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